Género, jóvenes e Iglesia

Marta Rodríguez Díaz

Resumen

Importa mucho el temple en el que se escribe un libro. En este caso, como la propia autora confiesa, “mientras escribía, tenía muy presente que lo único que nos llevamos al cielo es el amor con que hagamos las cosas” (p. 13). Este amor no excluye, claro, el esfuerzo; pero las obras del amor, aunque pueden ser trabajosas, hacen hondamente felices a quienes a ellas se entregan. En este caso, se trata de una entrega generosa a la par que humilde y agradecida –como también confiada y esperanzada, sin por ello caer en la ingenuidad–. No conozco personalmente a la autora, como se podría objetar; pero no creo que sea otra la impresión que cualquier lector seguramente se lleve del libro –siempre que sea un lector un poco atento y sensible, menesteroso de orientación y poroso ante las verdades inesperadas–.